Guía de Alimentación del Niño(a) Menor de 2
años. Guías deAlimentación hasta la Adolescencia.
Dpto. Nutrición y Ciclo vital División de
Prevención y Control de prevención y control de enfermedades. Ministerio de
Salud Chile 2005
Educación en Nutrición y desarrollo de hábitos
alimentarios saludables
Con el tiempo, se ha hecho cada vez más necesario incorporar herramientas
educativas al
trabajo en salud, debido a que por un lado la información científica disponible
es cada día
más abundante, lo que exige mantener actualizado al equipo profesional que se
desempeña
en este ámbito, pero también la evidencia demuestra que la forma en que se
entregue esta
información es relevante para los resultados.
En el ámbito de los estilos de vida, es conocida la dificultad para lograr
cambios en las
prácticas de alimentación de la población una vez establecidas, así como también
en hábitos
de actividad física, en el uso de la televisión o computador y en los hábitos de
sueño-vigilia,
entre otros.
Este conocimiento exige trabajar fuertemente en nuevas técnicas
educativo-conductuales
que nos permitan llegar a la población, con la información que deseamos
transmitir, en una
forma directa y llana, para conseguir los cambios necesarios para mejorar los
estilos de vida
actuales.
Hay 4 temas centrales en educación en alimentación que deben ser considerados
precozmente en el control de salud del niño(a), la lactancia materna, la
educación al destete,
la prevención de mitos y la creación de hábitos. La introducción de la
alimentación sólida
es una etapa muy importante no sólo por ser de gran vulnerabilidad nutricional
sino
también porque es determinante en el desarrollo y formación de hábitos en
alimentación.
Desde el periodo de la lactancia materna exclusiva y especialmente cuando se
introduce la
alimentación artificial (no láctea y/o sólidos), es muy importante relevar la
educación para
evitar precozmente las acciones involuntarias, inocentes y bien intencionadas,
pero
tendientes a introducir malos hábitos, que luego se perpetúan y que serán muy
difíciles de
combatir, por ejemplo usar alimentos como entretención, distracción o premio;
celebrar
cuando se come todo y castigar cuando deja un poco, etc. Conocer y dar a conocer
a los
padres, la fisiología normal del desarrollo de la conducta alimentaria ayuda a
evitar estos
errores involuntarios, como por ejemplo al iniciar la alimentación no láctea
debemos tener
presente que todo niño(a) es neofóbico por lo que normalmente rechazará algunos
alimentos nuevos, sin que esto signifique que ese alimento no le guste más; por
otro lado se
nace con preferencias innatas por lo dulce y salado, por lo tanto es necesario
realizar buenas
prácticas de introducción de alimentos, incorporándolos progresivamente todos y
aceptando
las diferencias, siempre que cursen dentro de los canales normales. En este
sentido por
ejemplo no se recomienda agregar azúcar a la comida para facilitar su
aceptación;
incorporar primero alimentos livianos y en pequeñas cantidades; variar el tipo
de alimentos
para acostumbrarlo tempranamente a recibir distintos sabores y consistencias; no
olvidar
que es normal que el lactante manifieste su aburrimiento o disconformidad frente
algunas
situaciones con llanto, el que muchas veces interpretamos erróneamente como
hambre y
para resolverlo le ofertamos una galleta o pan con lo que el lactante se
entretiene, pero
aprende mensajes erróneos que lo llevan a resolver, en edades posteriores,
cualquier
situación de disconformidad o angustia, con comida.
Los hábitos son conductas aprendidas precozmente por lo tanto enseñarlos
precozmente
contribuirá al fomento de una vida más saludable. Hábito podría ser definido
como el
modo de actuar adquirido por la frecuente práctica de un acto. Siguiendo esta
idea,
podríamos aceptar que los hábitos alimentarios son los alimentos que consumimos
con
mayor frecuencia considerando las circunstancias en que lo hacemos (cómo, dónde,
cuándo, con quién, etc).
Existen factores de variada índole que determinan o afectan la adquisición de
los hábitos
alimentarios a lo largo de la vida de un individuo. Estos provienen del ámbito
genético,
fisiológico, social, cultural, psicológico, etc, y se combinan entre ellos, por
lo que el estudio
del tema resulta complejo. Una de las formas de investigar la adquisición de los
hábitos
alimentarios es identificar los alimentos preferidos en sujetos con la menor
influencia social
posible, es decir niños(as) muy pequeños. Sin duda los alimentos con atributos
sensoriales
agradables corresponderán a los alimentos preferidos y por ende aquellos que
tendrán las
mayores posibilidades de incorporarse a los hábitos alimentarios de la persona.
El flavour (gusto y olor) es la principal característica de un alimento que es
usada como una
guía en la elección, mientras que otros atributos como la textura, el color, la
posición física
y el contexto social pueden llegar a ser estímulos condicionantes. Los recién
nacidos
muestran marcada reacción por el sabor dulce, salado y amargo. Su expresión
facial indica
aceptación y una respuesta hedónica positiva al estímulo dulce, mientras que el
estímulo
amargo produce rechazo y una expresión negativa.
La respuesta a la sal pareciera no estar desarrollada al momento del nacimiento
en los
humanos. Sin embargo, cuando ya tienen cerca de 4 meses los niños(as) prefieren
marcadamente soluciones salinas en vez de agua. Este cambio en el desarrollo es
debido a
la madurez de la respuesta sensorial a la sal más que a un aprendizaje.
Como se ha analizado, hay preferencias innatas obvias por ciertos sabores y
rechazos por
otros, pero éstos son capaces de ser modificados por la experiencia, por lo que
se
denominan preferencias o rechazos aprendidos.
Las preferencias están controladas por efectos postingestivos en los humanos y
están
condicionadas en niños(as) y adultos por sabores asociados con alto contenidos
de hidratos
de carbono y alto contenido de grasas. Estas preferencias adquiridas parecen
persistir sobre
el tiempo y son estado-dependientes, de manera tal que las preferencias son más
fuertemente adquiridas si la exposición inicial ocurre durante un estado de
hambre, por lo
que subsecuentemente son expresadas con más fuerza cuando el individuo está
hambriento
en comparación a cuando ha comido recientemente.
Por otra parte, algunos alimentos causan cambios en el “humor” y así llegan a
ser
preferidos o rechazados debido al efecto mental más que al efecto metabólico. A
menudo es
difícil separar el efecto directo de tales sustancias (cafeína, alcohol) del
contexto social en
el cual ellos son usualmente consumidos. Las mayores evidencias de que la
ingesta de
macronutrientes afecta el humor, es la preferencia por hidratos de carbono en
personas con
desordenes afectivos, síndrome premenstrual y otros, debido a su efecto sobre la
función
serotoninérgica del cerebro. El aumento en la ingesta de hidratos de carbono se
supone
aminora específicamente la depresión, la cual es característica de estos
desordenes.
En relación al rechazo aprendido, los hallazgos sugieren que los humanos pueden
adquirir
aversión por los alimentos a través de los mismos procesos condicionantes que
otras
especies. Los procesos más descritos se refieren al consumo por primera vez
asociado a una
experiencia poco placentera (enfermedad, dolor abdominal, vómitos, otros).
El concepto de saciedad sensorial específica nace al observar que un sujeto
presenta
saciedad para un alimento del que ya ha comido suficiente, pero sin embargo al
presentársele otro de distintas características sensoriales, disminuye su
sensación de
plenitud y puede ingerir más alimentos. Es decir en la medida que el sujeto
consume un
alimento disminuye su preferencia por ese, pero se mantiene el deseo de comer
otros
alimentos.
En consecuencia con estos resultados, algunos estudios han comprobado que al
aumentar la
variedad de alimentos ofrecidos en un tiempo de comida aumenta notablemente el
volumen
de consumo así como la ingesta energética. Este escenario potencia en mayor
medida la
capacidad de ingesta de niños(as) obesos que de estado nutricional normal.
Además de las preferencias innatas y de las preferencias aprendidas por la
experiencia
directa individual, también es posible adquirir preferencias a través de la
transmisión social.
La influencia social y cultural ejerce claramente un poderoso efecto sobre las
elecciones de
los alimentos en los humanos. El efecto de los factores sociales podría ser
crucial en el
entendimiento del desarrollo de las preferencias alimentarias y los
constituyentes de los
alimentos, tales como cafeína, pimienta, ají, bebidas alcohólicas, las cuales
son inicialmente
desagradables o neutras. Se supone que la exposición inicial de un alimento en
un contexto
social permite la unión de las características sensoriales del alimento expuesto
a las
condiciones sociales en que fue consumido. Esta unión se desarrolla durante
exposiciones
repetidas del alimento que se promueve. Un buen ejemplo, son los resultados de
Agrass et
al que demostró que niños(as) pequeños preferían alimentos que les eran
familiares o que
veían como sus padres los consumían.
La teoría del aprendizaje propone que se aprende imitando modelos. Por lo tanto,
los
hábitos y estilos de alimentación de los padres, se transmitirían a los hijos.
Sin embargo, los
resultados de los estudios que correlacionan las preferencias alimentarias de
las madres con
las de sus hijos, son heterogéneos. En una muestra de preescolares y de
escolares menores
chilenos, el índice de concordancia en general fue bajo a excepción del hábito
de agregar o
no, sacarosa en cualquiera de sus formas (azúcar, mermelada, manjar, etc) o
grasas
(mayonesa, crema, mantequilla, etc) a los alimentos, tanto en niños(as) con
estado
nutricional normal como obesos.
En la medida que los niños(as) son pequeños dependen más estrechamente de las
decisiones de su madre y padre, quienes determinan por ejemplo, qué alimentos
son o no
son apropiados para sus hijos. Así, un alimento permitido, según el criterio de
la madre o
padre, será más frecuentemente expuesto y llegará a formar parte de los hábitos
alimentarios del niño(a).
El juicio que tiene la familia, respecto de lo apropiado del alimento, ya sea en
sus
características nutricionales como en el volumen de consumo, guarda relación con
la
percepción que ella tenga del estado nutricional del niño(a). La negación del
estado
nutricional propio y/o del niño(a) plantea un punto necesario de abordar para
lograr
modificar hábitos alimentarios poco saludables.
Por lo tanto, sabemos que existe una preferencia innata por el sabor dulce,
otorgado por el
azúcar en los alimentos, y por el sabor salado que se encuentra generalmente en
alimentos
grasos. Por otra parte, preescolares y escolares tienden a preferir y consumir
mayor
volumen y energía cuando los alimentos son altos en grasas o grasas e hidratos
de carbono
a la vez. Este hecho también fue corroborado al constatar que cuando los
niños(as) deciden
libremente los alimentos que compran privilegian los snacks dulces.
La conducta de las familias, para lograr una alimentación más saludable, debería
ser menos
restrictiva o prohibitiva e incluir más alimentos saludables como frutas,
verduras y lácteos y
no sólo insistir en la eliminación de alimentos altos en azúcar y grasas.